jueves, 21 de noviembre de 2013

El folklore de Carlos

Perfil de Carlos Rossi



Carlos está sentado en la silla en la que pasa ocho horas diarias. Espera que llegue el fin de semana para tocar. Su oficina es de dos por dos, le inquieta no tener una ventana por la que entre un rayo de sol. Trabaja para la administración pública y siente que su potencial se estanca en el trabajo monótono de todos los días. Es coqueto y sus compañeros de trabajo lo cargan por los pañuelos de colores que usa, a regañadientes les sigue el juego aunque le gustaría mandarlos lejos.
Es alto y sus ojos marrones brillan cada vez que se ríe. Papá de dos nenas  y marido de una mujer que lo tiene loco.
El vienes 8 de noviembre se vistió con unos jeans y una camisa blanca para cantar con su grupo de folklore en el centro cultural La Salamanca. Subió el escenario y sintió un vértigo agradable al ver el salón lleno de gente, entre ellos, amigos y familiares. Esa noche especial tocó en La Plata, su ciudad natal.  
Hace tres años que es integrante del trío de voces “Siempre Salta”. Le gustaría poder dedicar su vida a la música, pero ser padre tiene sus obligaciones y necesita una entrada de dinero fija que su carrera como músico hoy no puede darle.
Ríe cada vez que se pone nervioso y sale victorioso gracias a su humor infantil. Fanáticos de los comics, usa remetas de superhéroes debajo de las camisas de trabajo. Si nota que hay algún interesado en el tema aprovecha para explayarse y contarle sobre su colección de revistas.
Carlos es de corazón sensible y basta con hablarle de la música, del folklore, para que vuelva del letargo que le produce la rutina y comience a volar entre sus canciones.
A los nueve años el papá le regaló un órgano, porque un piano era muy caro. Desde ahí nunca dejó de tocar. Cambió de instrumento, porque le era mucho más fácil trasladar de peña en peña la guitarra.

La cara refleja nostalgia cuando alguien le pregunta sobre el futuro, no se tiene fe. Los familiares más cercanos le dicen que deje de perder el tiempo con la música. Eso a Carlos le duele y le genera incertidumbre. Duda mucho, sobre qué es lo correcto, no sabe si  sus sueños son una ilusión sin porvenir. Hace tiempo que tiene actitud de dejarse llevar, no toma la iniciativa. Sabe que esa pasividad tarde o temprano lo va a dejar estancado en detrás de su escritorio.  

 “En Siempre Salta empecé a cantar y no paré, una vez por semana tenemos alguna guitarreada, recital o peña” “Le quiero dar con todo a esto”.  Y esboza una enorme sonrisa que no le cabe en el rostro.
Participó de festivales muy reconocidos en el mundo de la música del folklore y orgulloso cuenta que en una oportunidad compartió el escenario con Teresa Parodi.

 “No tengas hijos”, aconseja y se arrepiente: “los míos son lo más lindo que tengo”,  dice y se le ilumina la cara como cuando habla de la música.

Busca acercase a gente que lo estimule y que se interese en su canto. Agradece exageradamente la palabra amiga que lo alaba y le dice que no afloje. Cuando se encuentra con alguien dispuesto a escucharlo, desde el ultimo escritorio del conjunto de oficinas de escucha la melodía de su voz.

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